Tuesday, July 29, 2008

Burgernomics

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Optimismo

Charlando hace un par de días con una amiga, le decía que para mí es realmente triste el cambio radical que se ha dado en las preferencias estéticas –y éticas- de la música que los latinoamericanos jóvenes escucha en la actualidad: en un poco más de cuatro décadas hemos pasado de Víctor Jara a Daddy Yankee, de Violeta Parra a Shakira reloaded, de Inti-Illimani a RBD, por solo mencionar unos cuantos ejemplos que me vienen a la cabeza por mi propio redescubrimiento de la “nueva canción” de las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado.

Este cambio desde luego tiene mucho que ver con el fallido intento de la izquierda en el mundo de crear sociedades igualitarias y hacer posible de una vez la “revolución” del proletariado. Tiene que ver también con el uso abusivo que los movimientos de izquierda han hecho de determinadas canciones y lemas, que en la actualidad en lugar de estimular el ánimo de la gente causan malestar y hasta rechazo (¡El pueblo unido, jamás será vencido! fue un canto de esperanza y unidad en el Chile socialista, pero hoy es tan común en nuestras ciudades que casi se pierde entre los demás ruidos que las contaminan). Pero tal vez más que ninguna otra cosa, tenga que ver con una pérdida total de cualquier esperanza de cambio social que pueda construirse desde “el pueblo” (otro concepto prostituido por quienes han abusado de él).

Nuestros problemas de pobreza y desigualdad no se han eliminado, todo lo contrario las estadísticas muestran un empeoramiento general de las condiciones de vida de la población. Nuestras democracias son elitistas y excluyentes. Nuestra soberanía sigue siendo relativa, y una larga lista de etcéteras puede seguir. Sin embargo, al menos las preferencias musicales de la juventud latinoamericana parecen no inmutarse con esas trivialidades.

Desde Foucault sabemos que los discursos existentes en la sociedad contribuyen a reproducir un sistema y a legitimarlo en el razonamiento de los individuos. Una sociedad en donde el discurso musical ha dejado de hablar del derecho de vivir en paz, del rol de los estudiantes en combatir las injusticias, o de la convicción de que al final no nos someterán, para hablar de que lo que pasó, pasó, o de unas caderas que no mienten o de un rebelde que cierra los ojos y lo arregla todo, personalmente creo que tiene comprometido su futuro. Mi amiga tenía una visión más positiva del futuro, pero por desgracia yo no puedo ser tan optimista.

Solo un ejemplo

Thursday, July 24, 2008

¿Otra vez?


Quito, abril de 2005. En las calles la clase media ilustrada rechaza a todos (o casi todos) los actores del sistema democrático ecuatoriano a los que culpa de haber traicionado sus esperanzas de cambio y renovación. El rechazo y la movilización finalmente culminan con el derrocamiento del presidente Lucio Gutiérrez, ícono más representativo de la “traición” al pueblo ecuatoriano. En julio de 2008, un nuevo outsider acumula desde hace tiempo acciones contradictorias con su discurso (por lo demás cargado de vacía retórica de izquierda) y peor aún se aleja de aquellos ideólogos que otorgaban equilibrio intelectual a su gobierno. ¿Volverá la clase media a salir a las calles a gritar “que se vayan todos”?

Foto de El Comercio, 24 de abril de 2008.

¿MV = PQ?

Cualquier estudiante de economía habrá reconocido de inmediato la ecuación cuantitativa del dinero que he usado como título de esta nota, y también casi automáticamente habrá pensado en el mismo fenómeno económico: inflación. La teoría cuantitativa del dinero explica la inflación como un fenómeno eminentemente monetario: con una velocidad de circulación del dinero (V) y una cantidad de producto (Q) constantes –es decir en el corto plazo- cualquier variación de precios (P) se relaciona directamente con variaciones de la masa monetaria (M). Debo admitir que aunque sencilla esta explicación nunca me convenció del todo.

Hace algunos días leí un artículo escrito por Fernando Bustamante (Ecuador Debate. Abril 2001) que destaca los aspectos morales del fenómeno del incremento de precios, sin que ese análisis sea el objetivo principal de su artículo. Un incremento de precios, en su perspectiva, constituye el quebrantamiento de un acuerdo de confianza entre dos partes, y la intención explícita (de aquel que sube el precio) de tomar ventaja de su posición en perjuicio del otro. Un incremento de precios entonces no es solamente un fenómeno monetario sino que puede ser juzgado (y condenado) moralmente.

La perspectiva es interesante, sin embargo, me pregunto si podría ser aplicada a sociedades extremadamente complejas en donde las relaciones comerciales no requieren que comprador y vendedor compartan cierto lazo de confianza, lo que no significa que no existan acuerdos de confianza en las relaciones comerciales de sociedades complejas. Asumo que Bustamante tenía en mente el concepto de economía de confianza desarrollado por Pierre Bourdieu, pero debe tenerse en cuenta que Bourdieu estudió sociedades poco complejas y con estrechos lazos de amistad y cooperación entre sus miembros. En nuestras sociedades altamente individualistas y complejas, donde millones de transacciones ocurren a cada segundo sin que seamos conscientes de ello, se me hace difícil imaginar a la inflación como el rompimiento de un pacto de confianza entre comprador y vendedor. Aún así todavía no me convence la explicación monetaria, aunque empiezo a creer que no está del todo desubicada.

A modo de advertencia

"Si toleramos que el vecino críe cuervos, no nos quejemos cuando éstos nos saquen los ojos. Una cosa es tolerar toda búsqueda de la verdad, por heterodoxa que sea. Otra cosa es tolerar, en el recinto académico, a quienes no toleran la búsqueda de la verdad porque niegan que ésta sea posible o deseable. La libertad de opinión es sagrada. Pero, como todo derecho, la libertad de opinión conlleva una responsabilidad. En este caso, ésta es la de examinar y fundamentar las opiniones. En casa y en la calle cualquier opinión en tolerable. En el recinto académico, sólo es tolerable la opinión discutible racionalmente y susceptible de ser fundamentada. Lo demás es estafa."(p. 153)

Mario Bunge. (1998) Sociología de la Ciencia. Buenos Aires: Editorial Sudamericana